Cuando es posible, las mujeres nos integramos y así nutrimos el mundo que nos rodea. La mujeres y todas las personas, pero a nosotras las chicas se nos da una forma de comunicación particular. Creadoras de energía, cuando nos fortalecemos equilibramos el entorno, con la ayuda de energías masculinas y variedad de combinaciones de formas de comunicación corporal, visual, verbal, de olores, de sonidos, de la forma en que a cada uno de nosotros percibe al mundo y que transmitimos un resultado de ello en nuestra emisión de mensajes. La individualización y la enajenación disrumpen la posibilidad de encuentros, obstáculos que vencemos mejor cuando el esfuerzo es colectivo, coordinado, en diálogo, escuchando y permitiendo la escucha del otro y del entorno.

Por: Jessica Gottfried
Una de las direcciones en las que es posible comprender el hacer comunidad es dar protección a lo propio, proteger, cuidar y nutrir el entorno y por lo tanto a las personas con que interactuamos en ese espacio (físico o virtual) que son escuchadas y percibidas, y en esa medida existen absolutamente en la concepción de los otros. Una escucha profunda y atenta es esencial procurar el equilibrio y regocijo de nuestro entorno. La objetividad del sonido une a todos los que lo escuchan, como una parte de estrechar lazos al percibir de forma colectiva el efecto de movimiento de algo material (o digital) que produjo un sonido. Luego se integra a las
subjetividades de cada persona que se encuentra en ese espacio o entorno virtual, ese grupo comparte algo en el acto de escuchar ese sonido y lo que comparten está ligado al espacio, al lugar y a los otros sentidos que se activan con los elementos que ahí se encuentran.
Cada instante de la percepción y la subjetividad que lo recibe, lo interpreta, y cada interpretación es parte de esa colectividad.
En la interacción online, por ejemplo, sucede que cada individuo percibe el entorno en el que se
encuentra su cuerpo, el no compartir el lugar físico genera o permite otras formas de comunicación y limita otros aspectos de la dimensión sensorial. Sin embargo esto también
puede entenderse como una metáfora de una manera de estar en un lugar. Escuchamos y
percibimos lo que nos rodea, lo interpretamos, respondemos a él, sumando a lo que ocurre en
ese lugar. En hacer música, simple o compleja, cada persona se sintoniza con la suma de
movimientos de los instrumentos y el efecto que producen. Por vía remota esto es limitado.
En una cocina, por ejemplo, los sentidos reciben una amplia gama de olores, movimiento, sonidos, interacción y organización. Cuando hay preparación de un guiso en una cocina, hay un
equipo o un grupo que se organiza de una forma particular, cada individuo aporta algo y la
colectividad puede sincronizarse, entre mejor se conozcan y con mayor frecuencia lo realicen, más efectiva podrá ser la sincronización. Hay recetas memorizadas, hay recetas escritas, unas se siguen al pie de la letra, otras se toman como una guía general. Si deseas continuar leyendo este texto, descarga nuestra revista digital gratuita en este enlace.